¿Alguna vez te has preguntado por qué no sucede nada nuevo
en tu vida? Esta tarde me hacía esta pregunta mientras miraba las estantería
del salón repleta de colecciones de libros que no he leído nunca o los muebles
saturados de objetos que he ido comprando en los viajes que he realizado estos
últimos años. Después miré las paredes y tampoco quedaba hueco libre para un
nuevo cuadro. Mientras pensaba esto me decía a mí misma que casi no he dejado
espacio en mi vida para las adquisiciones que pueda realizar en nuevos viajes o
para colgar nuevos cuadros, pues realmente no cabe nada más en mi apartamento.
Y si abro los armarios sucede lo mismo. Encuentro la ropa que me pongo ahora,
además de aquella de la que me da pena deshacerme porque conservo algún
recuerdo de mi vida relacionado con el momento en el que la llevé puesta, que
sólo fueron varias horas y sin embargo, aún le guardo fidelidad a estas prendas
y a día de hoy siguen formando parte de
mi vida. Podría decir que la cocina es la única habitación de mi casa en la que
aún queda alguna estantería libre porque sabes que los productos que guardas
son perecederos y tarde o temprano los tienes que consumir. Pero ¿qué ocurre
con todos aquellos objetos que no caducan y que forman parte de tu vida para
siempre? ¿Has decidido cuándo quieres terminar tu relación con ellos? O ¿les
has jurado amor eterno el resto de tu vida...y no puedes romper con ellos?...Y
es que a veces establecemos relaciones más largas con los objetos que nos
rodean que con nosotros mismos.
Continúo revisando espacios y veo que mi bolso también está
abarrotado de cosas, que casi me cuesta cerrar la cremallera sin que se rompa.
¿Y que me dices del escritorio del ordenador? El mío lo tengo dividido por
carpetas, pero tengo archivos que no puedo clasificar en una carpeta
determinada y al final los dejas ahí, como suspendidos en el limbo, sin hacer
nada con ellos, hasta que un día decides hacer un back-up y lo guardas todo en
un CD que sabes que no volverás a mirar. Por último siempre digo que tengo que
comprar una agenda nueva pero aún sigo usando la misma que tenía cuando iba a
la universidad con más de la mitad de los contactos tachados, porque en los
últimos diez años han dejado de formar parte de mi vida y al final son más las
páginas llenas de tachones que aquellas en las que figuran direcciones
actuales. Así te das cuenta que realmente dispones de muy poco espacio en tu
vida para dar entrada a cosas nuevas, porque física y mentalmente no has creado
el espacio que necesitas.
Pero este no "dejar espacio a lo nuevo" no sólo se
desarrolla en el hábitat en el que desarrollamos nuestra vida cotidiana,
también lo hacemos extensible a nuestra propia persona. Nuestra primera
reacción a la posibilidad de que algo nuevo entre en nuestra vida, es el miedo
a la incertidumbre de lo desconocido. De entrada nos da miedo vivir
experiencias nuevas sin tener una garantía de éxito, sin saber que todo va a
salir bien y convertimos al NO en nuestra bandera. Eso hace que en la mayoría
de los casos permanezcamos durante mucho tiempo en el mismo lugar, atrapados en
un callejón sin salida, pero pintamos y amueblamos las paredes de este callejón
y lo convertimos en nuestro hogar, un lugar confortable donde nos sentimos
seguros y sin riesgo. Así rechazamos la posibilidad de explorar terrenos
desconocidos e inciertos y por lo tanto, una vez más, de dejar espacio a lo
nuevo.
Otra barrera para no dejar espacio a lo nuevo es la opinión
de los demás, que se traduce en miedo al rechazo. Nos importa tanto lo que los
demás puedan pensar o decir de nosotros que la mayoría de las veces nos
sentimos incapaces de salirnos de la invisible línea recta por la que hemos
decidido conducir nuestra vida, donde sentimos una gran monotonía y
aburrimiento, pero a cambio ganamos la aceptación de los demás y en nuestra
balanza ese deseo de aceptación pesa tanto, que renunciamos una vez más, a la
posibilidad de dejar espacio a lo nuevo. ¿ Y qué me dices del temor al fracaso
o el "yo no puedo"? Tampoco dejan espacio a lo nuevo.
Y mientras tanto las ventanas de tu vida siguen cerradas a
cal y canto, sin posibilidad de que la luz del sol y el aire fresco entre por
ellas, te muestren nuevos paisajes y hagan nacer en ti emociones y sentimientos
que desconocías, porque no has dejado espacio a lo nuevo. Y tú sigues agobiado,
día tras día, pensando que no puedes cambiar nada cuando en realidad lo nuevo
ya se ha asomado a tu ventana y te ha dado los buenos días, pero tú continúas
sin verlo. Pero no hay secretos ni palabras que puedan decirte por qué nada
cambia, la respuesta es sencilla y aquí te la dejo escrita: DEJA ESPACIO A LO
NUEVO.
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