¿Eres de los que saben ponerse en su sitio? Si me lo
preguntas a mí te diré que uno de mis mayores retos en la vida ha sido el
llegar a conseguirlo. Dicen que el mundo se divide entre "el que
come" o "el que es comido". Siempre he pensado que esta
afirmación es demasiado radical, pues existe un término medio entre devorar y
ser devorado, sin embargo, con la experiencia te das cuenta que en el
equilibrio del ecosistema sólo existe una única posibilidad y es ponerte en tu
sitio. Para mí ha sido tarea difícil conseguirlo, empezando por mi familia,
siempre han querido convertirme en el hijo perfecto y me han dado pautas de
cada paso que debía seguir en la vida. Debes estudiar esto, hacer aquello y
sobre todo parecerte a tu hermano mayor que es súper responsable y un ejemplo a
seguir, así que, cuando quieres reaccionar es demasiado tarde, porque te has
convertido en la suma de lo que los demás han elegido para ti y ponerte en tus
sitio equivale a generar un conflicto en tu entorno y eso es algo que intentas
evitar a toda costa, aun cuando suponga sentirte incómodo contigo mismo. Y eso
por no hablar de la época de la universidad, quería caerle bien a todo el mundo
con el fin de ser aceptado y que la gente no pensara que era el típico andaluz
gracioso que vivía en un colegio mayor pagado por papá, eso me hacía
protagonista de acciones que una persona normal no habría realizado en mi
lugar. Cada curso me erigía en delegado de la clase y me desvivía por ayudar a
todo el mundo de forma incondicional, incluso llegué a enfrentarme con algún
profesor por defender los intereses de gente que ni siquiera me saludaba por
los pasillos y ponía mis apuntes ampliados a disposición de la clase entera en
la tienda de fotocopias de la facultad. No necesitaba llevar el cartel de
gilipollas colgado en la frente, porque todos me consideraban como tal y en
lugar de conseguir que la gente me respetase y admirase, logré el efecto
contrario y cada vez me exigían más. Me
sentía enojado conmigo mismo, pero en
realidad era capaz de hacer muy poco por mí y terminé la universidad casi sin
amigos. Quería hacer lo posible por cambiar y ponerme en mi sitio e iniciar con
buen pie mi andadura profesional, pero me encontraba a miles de kilómetros de
distancia del lugar en el que quería estar en la vida. ¿Te has sentido alguna
vez así? Si tu respuesta es afirmativa, entonces seguro que me comprendes.
En el trabajo nada cambió demasiado. Las oportunidades
laborales en mi especialidad escaseaban por aquella época, así que decidí
trabajar de forma temporal como dependiente en una tienda de cristalería, pero
no era un negocio de cristalería cualquiera, era el mejor de la ciudad, con una
fiel clientela, donde se vendían vajillas, copas, lámparas, espejos y otras
piezas artesanales realizadas con cristal de bohemia importado desde la
República Checa. Mi jefe, don Juan, era un señor mayor muy culto y educado que
me enseñó muchas cosas sobre el cristal de bohemia y sobre la vida. De él aprendí
a coger cada pieza con delicadeza, a sentir el tacto del cristal y a escuchar
el sonido que el cristal de bohemia emite cuando le susurras. Todo aquello
hacía que cada momento fuese especial.
Pero todo trabajo tiene su parte buena y su parte mala, como
todo en la vida. Pues bien, la parte buena te la acabo de contar y la parte
mala era tener como compañero de trabajo a Álvaro, un dependiente que llevaba
más tiempo que yo y siempre me estaba mangoneando, a pesar de ser de mi misma
edad. Mi jefe viajaba con mucha frecuencia a Praga para visitar las fábricas de
cristal de bohemia y mientras tanto,
Álvaro era responsable de la tienda. Casi todos los días me hacía quedarme más
tiempo y me encargaba las tareas más duras, como limpiar la tienda entera o cargar
cajas muy pesadas y otras cosas que no me correspondían, pero yo era incapaz de
ponerme en mi sitio, pues temía que me despidieran. Una tarde de sábado había
comprado entradas para asistir al fútbol con mis amigos después de trabajar y
cuál no será mi sorpresa cuando llegó la hora de cerrar y Álvaro me dijo que
tenía que quedarme a colocar un pedido de copas que acababa de recibirse, en la
vitrina del escaparate. No era algo urgente ni necesario, pero él a toda costa quería hacerme perder
mis entradas de fútbol, que me habían costado una fortuna y yo no estaba
dispuesto, así que, cuando Álvaro se marchó, desembalé las copas a toda
velocidad y las coloqué de forma temporal en un lateral de la vitrina,
rompiendo el protocolo de manipulación de este tipo de piezas, pero esperando
colocarlas mejor el lunes, cuando abriésemos a primera hora de la mañana. De
esta forma me dio tiempo a llegar al partido y pude disfrutar con mis amigos de
mi tarde de fútbol.
Sin embargo, cuando regresé el lunes a la tienda, don Juan
me estaba esperando. Parecía disgustado y con gesto contrariado y cuando le
pregunté si le sucedía algo, me enseñó todas las copas de la vitrina hechas
añicos. Las copas eran muy caras y suponía una pérdida cuantiosa. Al haberlas
colocado en el lateral de la vitrina, una de ellas había resbalado y había
hecho que todas las demás se cayesen, como un castillo de naipes. Álvaro me
miraba de forma acusadora y mi jefe me pidió que fuera a su despacho a hablar
con él. Entonces le expliqué lo que había pasado y lo mucho que Álvaro abusaba
de mí encargándome cosas que no me correspondían. Don Juan me dijo algo que
nunca he olvidado: "Mira, el cristal es muy frágil, pero a la vez muy
resistente siempre y cuando esté en el lugar exacto, pero cuando no está en su sitio o no se le da
el uso adecuado, se rompe, tal y como has podido comprobar y cuando esto
sucede, no hay nada que puedas hacer para recuperar esa pieza que era única.
Simplemente deja de existir. Con las personas sucede lo mismo. Los seres
humanos podemos resistir muchas adversidades, pero a su vez podemos rompernos
por dentro, porque la naturaleza humana es frágil. Por eso, debes forjar tu
carácter y hacerte refractario, como el cristal y no sentirte afectado por lo
que los demás opinen o piensen de ti, de esta manera siempre serás tú mismo y
eso te convertirá en una persona única y especial, como lo son todas y cada una
de las piezas realizadas con cristal de bohemia y cuando entiendes lo único y
especial que eres, no estás dispuesto a aceptar situaciones que van contra ti
mismo, porque has aprendido a hacer
frente a las adversidades que intentan desviarte del camino que deseas recorrer
en la vida y eso sólo se consigue de una manera, poniéndote en tu sitio. No
permitas que ninguna circunstancia o persona te hagan perder el lugar que te
corresponde en la vida porque entonces nunca te sentirás bien contigo
mismo". Tras este discurso, me
quedé sin palabras y después de esto, don Juan se comprometió a no despedirme
si plantaba cara a mi compañero y a partir de aquél día no le dejé pasar ni
una, ni me dejé vencer por la debilidad ni la falta de carácter que hasta ese momento, habían sido mi seña de
identidad. Desde entonces descubrí que no hay nada más saludable para tu autoestima que ponerte
en tu sitio.
Unas veces te encontrarás caminando sobre nubes de algodón
en lo alto del cielo y otras veces verás hundidos tus sueños en las
profundidades del océano, es parte de la vida, pero aquello que determina tu
destino es lo que construyes cada día y cada segundo con tus acciones y con tu
pensamiento y eso te conducirá a encontrar tu lugar en la vida. A veces nos
pasamos toda la vida intentando descubrir cuál es nuestro lugar en la vida y
otras llegamos a él por casualidad, en realidad sólo hay un sitio para cada uno
de nosotros y si no te sientes bien donde estás, tal vez sea porque no estás en el lugar que
te corresponde.
Cuando quieres algo en la vida, pones todo tu empeño en
conseguirlo. Lo mismo sucede cuando te valoras y te quieres a ti mismo, harás
lo imposible por hacerte feliz y perseguir tus sueños y para conseguirlo debes
estar en tu sitio. ¿Te has preguntado alguna vez cuál es tu sitio en la
vida? Como siempre será...aquél que tú
decidas.
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