Hubo una vez una cocinera que hacía las mejores tortillas de
patatas del mundo. Su receta no tenía ningún ingrediente secreto, nada que no
se pudiese contar, sin embargo cuando la gente probaba sus tortillas, recordaban
los momentos más felices de su existencia. Por este motivo la fama de las
tortillas y la cocinera se extendieron por todo el país y traspasaron
fronteras. Todos querían revivir ese momento de sus vidas en el que habían sido
verdaderamente felices sin tener que hacer nada o tomar una decisión, tan sólo
probando este delicioso manjar.
Un día se convocó un concurso para elegir al mejor cocinero
del reino y nuestra cocinera decidió presentarse. Se veía ganadora. Pero lo
dudó. Había un requisito importante. Ella no lo había tenido en cuenta. Había
que presentar una receta nueva y ella sólo sabía hacer tortillas de patatas.
Podía seguir haciendo tortillas de patatas el resto de su vida o bien intentar
una receta diferente, pero si fallaba ya no sería respetada como la famosa
cocinera de las mejores tortillas de patatas del mundo. Entonces pensó que de
la misma manera que nos da miedo arriesgarnos a probar nuevas recetas, nos da
miedo asumir riesgos en la vida. Preferimos seguir en lo conocido que dar un salto
que nos pueda despeinar. No sabía qué hacer. Había mucho en juego.
Pasó una noche entera sin dormir. Pensó en cómo hacía sus
tortillas de patatas. Imaginó el camino que recorría cada día al amanecer para
llegar a la granja donde recogía los huevos frescos. Las patatas del huerto de
su familia, recién salidas de la tierra. Y a continuación recordó el cariño con
que hacía sus tortillas, esa receta que le había enseñado su abuela cuando tan
sólo era una niña. Pasaron horas y horas juntas en la cocina. Su abuela no le
dijo cómo se hacían las tortillas, simplemente le había enseñado que:
"cualquier cosa que hagas en la vida debe merecer la pena, levantarte el
corazón y hacerte feliz, de lo contrario será una pérdida de tiempo".
Entonces se dio cuenta que el único ingrediente secreto de sus tortillas era
que estaban hechas con todo el cariño y pasión de alguien que hace algo que
realmente disfruta. Y así fue como por fin lo entendió. Podía obtener cualquier
receta o cualquier cosa en la vida si aplicaba esta fórmula.
Decidió hacer un pastel de carne. Buscó la receta en un
antiguo libro de cocina y compró con especial atención todos y cada uno de los
ingredientes. Siguió cuidadosamente cada paso, pero de tanto en tanto se paraba
a cantar y a bailar y es que cocinar le hacía realmente feliz. Y ¿sabes qué
sucedió?, sí, nuestra cocinera ganó el concurso y su fama se extendió más allá
de los límites del reino. Pero más allá de cualquier reconocimiento, había
descubierto cuál era la receta de su propia felicidad: disfrutar de cada cosa
que hacía. Y al pastel de carne siguieron nuevas recetas que conquistaron el
corazón y la felicidad de todos los habitantes de la región. Pero todo esto no
habría sido posible si nuestra cocinera no se hubiese arriesgado con una nueva
receta.
Y tú ¿tienes alguna receta especial?. Atrévete a elegir los
ingredientes de esos momentos únicos que conformarán tu vida. Tú eres el
protagonista, el ingrediente principal eres tú y Las posibilidades son
infinitas. No dejes que otros decidan por ti, ni dejes de decidir tú por miedo
a equivocarte. ¿Qué sería de nuestra vida si no existiese la emoción ante
nuevos retos?, ¿la posibilidad de inventar nuevas recetas?. Para ello debemos
asumir riesgos, dar un paso sin saber cuál será el resultado final del plato.
Sólo sabes que el plato se va haciendo poco a poco, y que necesita su
tiempo, igual que las decisiones que
tomas en la vida. Y si pospones esas decisiones también verás retrasado el
momento de llegar el plato a tu mesa.
El secreto de la receta es que no hay receta. No existen
fórmulas para la vida ni para la felicidad, ni para todos funciona la misma
receta aun cuando nos digan cómo se hace paso a paso. Vas creando tu receta día
a día, sobre la marcha, a través de tus pensamientos y decisiones y puedes
modificarla en cualquier momento, aportándole tu toque mágico. Y si esa receta
funciona para ti habrás conseguido tu objetivo.
No tengas miedo a equivocarte, siempre puedes arreglar un plato. Y si
algo no te gusta, no te preocupes. Te lo comerás igualmente y no repetirás el
plato. Pero aprenderás de esa
experiencia.
Y ahora dime amigo mío: ¿Cuál es tu receta de la vida?...
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