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miércoles, 30 de abril de 2014

Experiencias cercanas a la muerte: ¿Un truco del cerebro?

En el ya lejano 1975, Raymond Moody publicó un libro que causaría un gran revuelo mundial: “La vida después de la vida”. Para quienes no lo han leído, les sintetizo su contenido: básicamente, es una serie de relatos de personas que habían estado muy cerca de la muerte o que incluso habían sido declaradas muertas clínicamente. Estas personas, cuando recobraron su estado de salud normal, narraban experiencias bastante similares. En general, se escuchaban y veían las cosas que sucedía a su alrededor pero desde una perspectiva diversa a la que estamos acostumbrados (experiencias fuera del cuerpo), otros percibieron sensaciones de paz y felicidad y algunos vieron un túnel con una luz al final donde aparecían personas allegadas que ya habían muerto.

Muchos científicos no aceptaron estas experiencias como una muestra de la vida en el más allá sino que afirman que se debe a un estado particular del cerebro provocado por la falta de irrigación sanguínea y oxígeno.

Según esta teoría, la conciencia del yo es un proceso que emana fundamentalmente de las estructuras cerebrales y los neurotransmisores. Sin embargo, cuando estamos a punto de morir, el cerebro no cesa sus funciones de golpe sino que vivencia una serie de transformaciones hasta que llega la desaparición de sus funciones y la conciencia. En pocas palabras, el cerebro no se “apagaría” de una vez sino lentamente.

Por otra parte, quienes creen en la vida después de la muerte se sustentan en cuatro argumentos esenciales:

1. La consistencia: muchas personas, independientemente de su cultura o periodo histórico han descrito experiencias similares.

2. La realidad: las personas refieren estas experiencias como particularmente nítidas y reales.

3. Lo paranormal: es decir, la vida después de la muerte explicaría muchos misterios que la ciencia aún no ha descifrado.

4. La transformación: las personas afectadas cambian su conducta volviéndose más espirituales y menos materialistas.

De estos argumentos, el único que puede ser bastante convincente es el primero.


¿Qué sucede en el cerebro cuando estamos a punto de morir?

Se sabe que en muchos casos, el cerebro sufre una falta de oxígeno y una hipercapnia (aumento de la presión parcial de dióxido de carbono). Estos dos factores, pueden explicar algunas de las características mencionadas anteriormente, como las experiencias de desrealización (que, por demás, han sido reproducidas en el laboratorio), la visión de la luz y la sensación de que todo es muy real.

También sabemos que nuestro cerebro equivale únicamente al 2% de la masa corporal pero consume nada más y nada menos que el 20% de la energía del organismo. Por ende, la falta de oxígeno le debe afectar de manera particularmente intensa. Probablemente la falta de oxígeno afecta en primer lugar a las células que tienen un mayor metabolismo (específicamente, las células pequeñas cuya función es inhibidora), por lo que se tendría que producir una desinhibición de ciertas funciones cerebrales.

A la misma vez, al quedarse sin entradas sensoriales, nuestro cerebro comenzaría a crear un modelo de la realidad que sea coherente con su sistema de creencias, sus expectativas y claro, con un toque de imaginación.


Los signos del más allá analizados uno por uno

1. La inefabilidad. Realmente existen muchas experiencias que no podemos explicar con palabras. Este fenómeno no se restringe a las experiencias cercanas a la muerte. De hecho, algunos sueños sobrecogedores tampoco pueden ser explicados, lo mismo sucede con las experiencias místicas o con el deja vu. Todo se explicaría por un aumento de la actividad de la amígdala, la estructura encargada de conferirle un significado a los estímulos que provienen del entorno.

2. Sensación de paz y felicidad. Hoy sabemos que las endorfinas son las responsables de esta sensación y que su producción aumenta de manera particular cuando nos vemos sometidos a un gran estrés.

3. Experiencias fuera del cuerpo. En realidad esta experiencia se denomina autoscopia e indica el fenómeno de salir del cuerpo y observarse desde lo alto, una experiencia que no solo está presente en algunas experiencias místicas sino que incluso se ha recreado a nivel de laboratorio simplemente estimulando eléctricamente la corteza de la unión temporo-parietal, concretamente del giro angular. También se ha reportado en casos de intoxicación por drogas, en casos de deprivación sensorial, en personas con epilepsia y en casos de esquizofrenia. Incluso, existen personas que pueden inducir estas experiencias por voluntad propia.

En la zona temporo-parietal, confluyen las diferentes percepciones que experimentamos a través del tacto, el equilibrio, la vista y la propiocepción. De esta forma nos damos cuenta que existimos y que estamos en un sitio determinado ocupando cierto espacio. Sin embargo, cuando el cerebro se ve expuesto a la anoxia y la hipercapnia, todo cambia, incluido nuestra percepción del yo y del espacio.

4. La luz y el túnel oscuro. Debes saber que en el lugar de la corteza visual donde se proyectan las imágenes que vemos, es donde confluye el mayor número de células. Cuando estas neuronas se desinhiben generan fosfenos y son estos los que dan lugar a un círculo luminoso rodeado por un túnel. En la misma medida en que más neuronas se ven afectadas, más grande será este círculo y por eso tendremos la impresión de acercarnos al final de un túnel.

Otra explicación implica lo que se conoce como la “molécula espiritual”, que en lenguaje científico se llamaría “dimetiltriptamina”. Este alucinógeno puede ser sintetizado por la glándula pineal y se hipotetiza que está relacionado con estados de meditación profunda y un estrés intenso.

5. Revisión de toda la vida. Quienes han tenido experiencias cercanas a la muerte refieren una especie de revisión a gran velocidad de los sucesos más relevantes de su vida. Según los científicos, esto se debería a una actividad muy intensa del hipocampo y la corteza del lóbulo temporal. De hecho, se ha verificado en el laboratorio que la estimulación del lóbulo temporal evoca contenidos antiguos de la memoria.


Por otra parte, en experimentos realizados con animales, se ha apreciado que la falta de oxígeno en el cerebro provoca un aumento del glutamato y el aspartato en el hipocampo. Dos neurotransmisores que juegan un gran esencial en la memoria. Así, serían ellos los encargados de producir la hiperactividad del hipocampo.

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