Las representaciones mentales son formas simbólicas de
reproducir la realidad en ausencia de ésta. Para dar sentido a aquello que nos
rodea las representaciones se organizan en estructuras y se construyen
partiendo de un contexto social propio de un grupo determinado. Es decir, el
ser humano forma representaciones mediante una serie de intercambios o
interacciones con los demás.
De esta manera decimos que no existen representaciones
aisladas en los individuos, sino que están mediatizadas por el medio social en
que se encuentran y que la tradición cultural ha ido forjando. Ello quiere
decir que existe un tejido histórico-social en la naturaleza de las
representaciones. Además, estas se constituyen en atributos de carácter
abstracto, formado por experiencias y procesos hipotéticos expresados de manera
simbólica.
Para dar sentido al entorno y con un marcado objetivo de
dominio situacional, así como para controlar la situación y su consiguiente
transformación, los seres humanos construyen representaciones mentales sobre su
entorno, sobre la sociedad y sobre sí mismos. Estas construcciones son
estructuras conceptuales, de actuación y de tipo actitudinal. Este proceso
permite al hombre el desarrollo de la experiencia para posteriormente poder
actuar voluntariamente sobre el medio.
A la hora de estudiar el fenómeno de las representaciones se
puede realizar desde diferentes perspectivas. Dos de ellas son: la cognitiva y
la social.
Cognitiva:
hace énfasis en la distinción entre lo que es contenido y
formato en las representaciones. Cuando hablamos de contenido nos referimos a
los aspectos semánticos o referenciales de la información. Por otro lado, el
formato nos habla del tipo de
código simbólico con que es cifrado dicha
información. Con el enfoque cognitivo lo que se consigue es analizar el formato
de las representaciones, como pueden ser imágenes, proposiciones, así como la
sintaxis o relaciones que se establecen entre ellas.
Social:
Los símbolos son una colección de información cifrada. Por
lo tanto ya sabemos a lo que el formato hace referencia. Y este acervo de
símbolos tendrán significado cuando haga referencia al mundo real. Entonces es
lo mismo que afirmar que hablamos de representaciones internas de los hechos
externos. Esto quiere decir que las estructuras mentales que el individuo ha
construido son un reflejo del mundo exterior.
Llegados a este punto se nos plantea una duda, ¿cómo es
posible que ante un mismo hecho objetivo dos individuos construyan
representaciones mentales distintas?
El investigador lingüista norteamericano Lakoff decía que no
existe una correspondencia exacta entre el símbolo y el referente, pues un
mismo referente puede estar relacionado con símbolos distintos. Existe una
explicación para saber por qué se elaboran representaciones dispares de una
misma situación. En un nivel primario lo que importa es la realidad percibida.
Una vez que se han formado las representaciones mediante la experiencia con lo
representado se pueden empezar a construir representaciones secundarias, es
decir, de aquello que podría ser. Dichas representaciones secundarias
(interpretaciones del objeto realizadas por el individuo) son separadas voluntariamente por el
observador de la realidad. De ello se explica que cada persona interprete de
manera distinta un mismo hecho.
Para entender las representaciones mentales propias de una
persona específica; hay que considerar sus creencias, experiencias, teorías
implícitas y contexto en el que se desenvuelve, donde se han construido dichas
representaciones.
Bibliografía
consultada:
Arbeláez, M. (2002). Las representaciones mentales. Ciencias
humanas,( nº29)
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